Dada la importancia que tenía la evangelización en las regiones más remotas del mundo, en el imaginario jesuita California representó la oportunidad de recrear el reino de Dios en la tierra. El desierto, como “morada del demonio”, era también un sitio de reflexión por tradición. Cómo olvidar el relato bíblico sobre los cuarenta días que Jesucristo pasó en el desierto, donde fue tentado por el demonio y salió airoso de dichas pruebas. Así, el desierto era presentado como sitio de prueba, donde existía la oportunidad de glorificar a dios, al tiempo que se mostraba la calidad personal de la fe. El Diccionario de autoridades define misión:
La salida, jornada o peregrinación que hacen los Religiosos y varones apostólicos, de pueblo en pueblo, o de provincia en provincia, predicando el Evangelio, para la conversión de los herejes y gentiles, o para la instrucción de los fieles y corrección y enmienda de los vicios. La tierra, provincia, o reino, en que predican los misioneros.
El término misión era utilizado no sólo como sinónimo de “encomienda” o “encargo”, sino que significaba además al territorio al que era asignado el misionero, el “eclesiástico que en tierra de infieles enseña y predica nuestra santa religión”, por lo que se deduce que la misma labor misional era considerada un trabajo arduo y peligroso, pero que redundaba en grandes recompensas, en tanto que se daba a conocer la palabra divina y se rescataban las almas de los infieles.
En el imaginario jesuita, la reducción de los “infieles” a la vida misional significaba la realización del reino de Dios en la tierra, lo que llevaría al clímax la máxima de Loyola: a la mayor gloria de Dios. En un mundo hostil, lleno de desafíos, y en un territorio difícil en todos los campos, pasar la “prueba” aquí demostraba sin lugar a dudas que contaban con el apoyo divino, porque de no ser por ello, habrían fracasado, como todos los demás expedicionarios. Estos indígenas, los californios, vivían en un estado de perfección, en cuanto a la corrupción humana. Gracias a su casi total aislamiento e incultura, no habían asimilado las costumbres y prácticas de otras naciones americanas, como los mexicas, quienes estaban completamente dominados por el demonio. Si bien tenían un defecto: su completa ignorancia de los preceptos divinos los tenía por completo a merced del demonio, por lo que había que salvarlos, enseñándoles la doctrina. A los ojos jesuitas el indígena no dejaba de ser un niño al que se debía cuidar y educar. Sin embargo, “el odio infernal del demonio, principalmente se muestra y declara contra las iglesias donde la palabra de Dios se predica y se deshacen los embustes y marañas con que trae engañadas a estas gentes”, por lo que el inevitable choque cultural y el posterior conflicto fueron inevitables.
La mayoría de las fuentes documentales –muchas de ellas provenientes de la misma orden- destacan la adaptabilidad como una característica propia de la Compañía, la cual resulta esencial para comprender el éxito que tuvieron sus proyectos misionales. A diferencia de otras órdenes, que hacían lo imposible por imponer sus normas conductuales en sus neófitos y no permitían muestras de debilidad o reincidencia en los ya convertidos, ellos se adaptaron a los patrones culturales de los pueblos que estaban a su cargo. Así, muchos de ellos no tuvieron inconveniente en adoptar algunas costumbres o prácticas del lugar en el que estaban, lo que contribuyó a una mayor aceptación de su presencia.
Si bien la resistencia a la evangelización siempre estuvo presente, sobre todo entre la población mayor, que a diferencia de los jóvenes o niños, que eran fácilmente impresionables, los jesuitas lograron una mayor aceptación en la medida en que se mostraban más tolerantes con las costumbres de los nativos, aunque eso no impidió que expresaran severas críticas. Las crónicas de la orden están repletas de testimonios que hacen referencia a sus costumbres “idólatras”, que a menudo les causaban frustración, ante la aparente inutilidad de sus esfuerzos.
“San Joseph del Cabo llamado también centro de San José,
a pie de san Lucas en California…”, Ignaz Tirsch,
Codex Pictoricus Mexicanus.
[…] falsos rumores esparcidos maliciosamente contra los jesuitas por sus enemigos, que no podían sufrir que un jesuita hubiera llevado al cabo aquella empresa que habían intentado en vano muchos hombres valerosos a tanta costa y con tan grande aparato de navíos, armas y gente; ni podían comprender cómo un hombre bien nacido, dotado de talento y adornado de conocimientos, quisiera espontáneamente privarse la compañía de sus caros hermanos, y de las comodidades y honores que podía disfrutar en su colegio, por ir a países remotos e incultos y llevar una vida congojosa entre los salvajes, sino animado de segura esperanza de enriquecer. Como el hombre animal, según dice san Pablo, no entiende las cosas del espíritu de Dios, no puede tampoco imaginarse que haya alguno capaz de sacrificar a la sola gloria divina todas las comodidades de la vida y todos los bienes del mundo. La California se había hecho famosa por la abundancia de sus perlas, cuya pesca había enriquecido no pocos; y aunque a todos era notorio el poco aprecio que los misioneros hacían de esta pesca, que no hacían por su cuenta ni permitían a los colonos sus dependientes […] los que no habrían tenido valor para envidiar los trabajos, penalidades y peligros de los misioneros, envidiaban el capital de la misión.
Tomar en cuenta estos precedentes reviste suma importancia al adentrarse en el estudio de esta problemática, toda vez que el contexto histórico en que se escribieron resulta un factor determinante en las líneas discursivas.
Conquistar con las palabras. La originalidad del método jesuita
Ya hemos mencionado antes sobre los repetidos y fracasados intentos de conquistar California por parte de exploradores europeos, la mayoría españoles, quienes a pesar de sus esfuerzos no lograban establecerse en este territorio. Aunque de manera muy precaria y atravesando graves dificultades que ponían constantemente su subsistencia en peligro, los asentamientos jesuitas lograron mantenerse durante casi cien años. La estrategia ideada por Salvatierra pudo resolver la mayor parte de los problemas a los que se enfrentaban los anteriores intentos, teniendo a las misiones de la contracosta -Sinaloa y Sonora- como principales apoyos.
La estrategia misional jesuita pretendía una total dependencia indígena a la misión. Para ello la cuestión alimentaria resultó esencial, toda vez que una de las estrategias usadas por los misioneros era la de atraer a los indígenas obsequiándoles una ración de comida. Si bien el principal modo de subsistencia de los californios antes del establecimiento de las misiones dependía totalmente de la recolección, poco a poco los bastimentos obtenidos en la misión se hicieron indispensables. Y ya que la recepción del alimento era condicionada a la de la doctrina, el trabajo y la recepción de los sacramentos, esto resultó un método por demás efectivo, dado que obligó a los indígenas a integrarse al modo de vida de la misión. Hay que aclarar que los recursos siempre fueron limitados, y no es probable que hayan logrado siquiera saciar su hambre de manera aceptable, aún así, su dependencia en cuestión alimentaria es indudable.
El uso del idioma español era exclusivo de los misioneros y soldados que custodiaban la misión, lo que significó una eficaz forma de dominio, ya que hacía a los indios totalmente dependientes de los misioneros para todo tipo de cuestiones que implicaban un acercamiento a las autoridades civiles y militares. De esta forma, lograron un completo aislamiento y los hizo sumamente vulnerables ante los habitantes que arribaron a la península tras el extrañamiento de los jesuitas. No sólo el sistema de la misión, sino la concepción cristiana prohibía prácticas comunes entre los californios, como la poligamia, que por obvias razones fue prohibida. Todos estas cuestiones motivaron la rebelión de 1734, el intento más significativo de la historia misional por quitarse el yugo jesuita, que finalmente fue extinguida, junto con casi toda la población.
Mas llegó el año de 1734 (después de treinta y siete de haber entrado, haberse extendido y haber triunfado la fe en las Islas Californias) en que quiso Dios, para prueba de sus escogidos, castigo de los obstinados, ejercicio de los ministros evangélicos, desatar al demonio o darle tanta cadena que lo pareciese […] Mas todo lo permitió Dios para avivar más la fe, para aumentar más la esperanza, para ser más admirable su asistencia y para que se sintiera, viera y tocara su inmenso e infinito poder, y con esto el sumo cuidado, la singularísima atención, el especialísimo cariño con que mira por sus ministros evangélicos.
ARTESANIAS LITICAS DE SUDCALIFORNIA
ARTESANO CASIMIRO GARDEA OROZCO
La cultura de los pueblos que habitaron la península siempre ha causado un gran interés para los antropólogos y arqueólogos, también ha despertado el interés de la sociedad que busca conocer y comprender el cómo vivían y concebían su espacio geográfico.
Gracias a los escritos de los misioneros Jesuitas y Dominicos
principalmente, nos ha llegado información acerca de su modo de vestir,
alimentación y algunas de sus costumbres, aunque hay que señalar siempre
con el sesgo característico de una cultura totalmente diferente. Fue en
los últimos dos siglos (1800-2000) principalmente, cuando los
investigaciones y reflexiones acerca de las culturas indígenas que
habitaron la península dieron como resultado un mayor interés de la
población por conocer y comprender de una manera más objetiva, estas
culturas que lograron con el paso de los siglos adaptarse a un medio
hostil.
Esta fascinación despertada ante el hallazgo de algunas puntas de
flecha en 1977 en sus paseos por las cercanías de la ciudad de La Paz,
especialmente durante sus caminatas por la playa El Conchalito, hace ya
más de 35 años motivo en Casimiro Gardea Orozco, nacido en la Cd. de
Chihuahua, Chih. Y avecindado en esta ciudad desde 1975, siendo
sobreviviente del Ciclón Liza en 1976, por esta causa estando el
internado en La ciudad de Los Niños y Niñas de La Paz y siendo aprendiz
de Diseñador Gráfico en la imprenta, adquirió la costumbre de salir
desde temprano los domingos a caminar por la playa . . . durante estos
paseos fue que encontró sus dos primeras puntas de flecha completas de
un tamaño aproximado a 4 pulgadas de largo en perfecto estado, siendo
que él no conocía este tipo de herramientas, únicamente en el museo y en
los libros, dichas puntas se las mostro a una de las personas
encargadas del internado que en unos de sus viajes a Italia las llevo
quedando estas en las manos de una persona que trabajaba en uno de los
museos de aquel país, de las cuales no volvió a saber de ellas, a cambio
esta persona a su regreso le obsequio un cuchillo tallado de marfil que
trajo de áfrica, a partir de ese entonces nació en el la costumbre de
cada vez que salía a caminar… buscar y coleccionar piezas líticas,
encontrando casi en su totalidad piezas fraccionadas o quebradas y
esporádicamente piezas completas, su perseverancia le llevo a juntar más
de 40 piezas completas en perfecto estado las cuales dono en el 2012 al
Museo de Antropología e Historia de Baja California Sur para su
exposición junto con un molar de camello prehistórico que encontró
frente al antiguo hotel Gran Baja.
Reconocemos la constante labor de este artesano que nos ofrece una interesante visión de la cultura de los antiguos californios, esperando que hayan disfrutado de esta muestra del talento y creativad de este Sudcaliforniano por adopción.
Hoy sus piezas están a la venta en:
La Casa del Artesano Sudcaliforniano
Parque Cuauhtémoc Bravo y Mutualismo Frente al Malecón
LA PAZ, BAJA CALIFORNIA SUR, MEXICO
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