jueves, 1 de octubre de 2015

Indigenas Nómadas-recolectores de Mexico .- Entre el exterminio y la inadaptación


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En el norte de México, en la época de la Colonia, habitaron grupos nómadas entre los que destacaron los zacatecos, los tobosos, los salineros y los meresalineros, quienes desconocían la agricultura; tenían como principal sustento la caza y la recolección; habitaban cuevas; carecían de pertenencias y propiedades, y sucumbieron por su renuencia de adaptación a las nuevas costumbres impuestas por los españoles.


Así lo dio a conocer Arturo Guevara Sánchez, especialista del Centro INAH-Chihuahua, en su estudio Algunas notas sobre los cazadores-recolectores de Durango, que forma parte de una serie de investigaciones recopiladas en el volumen Ensayos de Antropología e Historia de Durango.


De los grandes grupos de nómadas conocidos, informó, se puede señalar a los zacatecos, que se instalaron en lo que ahora se conoce como los estados de Jalisco, Zacatecas, Durango, Coahuila y muy probablemente parte de Chihuahua.


Otros grupos que habitaron Durango fueron los salineros y sus parientes, los mesalineros, quienes se localizaban al sureste del estado; aunque también se sabe de la presencia de grupos menores, como los irritilas, cabezas, negritos, masames, nonojes, acoclames, tonazas y mamites.


El investigador aclaró que esta forma de denominar a los grupos antes mencionados, son en realidad sobrenombres que les impusieron los europeos luego de su llegada, por lo que su verdadero apelativo se desconoce actualmente.


Acerca de las características que los diferenciaban de otros grupos, Sánchez Guevara informó que no poseían bienes pues no podían transportar muchos objetos consigo, además de que no conocían la propiedad privada y por ello mostraban su disgusto al encontrar tierras cercadas. Sus propiedades más preciadas eran las flechas y los arcos.


A pesar de que desconocían la agricultura, continuó Guevara, así como la escritura, para resolver sus propias necesidades los grupos indígenas requerían ser buenos tejedores, pues con ello podían fabricar cordeles, canastas, redes, pero además eran buenos botánicos.

Respecto de su forma austera de vivir, agregó que los nómadas subsistían en áreas que carecían de agua en abundancia y en algunos casos muy áridas e inhóspitas. En épocas de guerra eso les permitió alejarse de los grupos europeos sin enfrentar el menor problema de adaptación.


El arqueólogo asegura en su estudio que las familias nómadas vivían en cuevas donde podían protegerse de los vientos fríos. En otras épocas del año podían pasar temporadas calurosas en abrigos sombreados, y cuando debían pernoctar una o dos noches en un mismo sitio, como cuando cazaban aves acuáticas, podían improvisar un campamento de corta duración.


Por otro lado, dijo, los nómadas reconocían la autoridad del jefe de familia, pero cuando se reunían con otras, en ocasiones era necesario nombrar a alguien con autoridad sobre las demás. Sin embargo, las prerrogativas de los jefes eran casi simbólicas, y desaparecían cuando las familias nucleares se separaban.


De sus creencias religiosas, aseguró que recurrían a la religión y a la magia para enfrentar muchas de las actividades de su vida. Un ejemplo de ello es que en la parte noreste de Durango los indígenas creían en un ser al que temían, una deidad a la que llamaban Cachiripa.


Arturo Guevara destacó también que existen numerosos sitios con arte rupestre que seguramente fueron considerados como santuarios. Uno de ellos en lo alto del Peñón Blanco, otros más cerca de El Zape de la ciudad de Tepehuanes, de Nombre de Dios y de la Región Lagunera.


Existen varios motivos por los que se desconocen las particularidades del pensamiento religioso de los grupos nómadas, el principal fue que carecían de escritura y no dejaron ningún vestigio al respecto, aseguró.


Sobre su desaparición, el arqueólogo del INAH de Chihuahua, dijo que al parecer ha sido total y sólo quedan algunos grupos de sedentarios en Durango. Los nómadas por su parte, fueron desapareciendo no sólo por las guerras, sino también por los asentamientos forzosos con sus vecinos, en cuya interacción se diluyeron sus rasgos particulares.


Los grupos nómadas, agregó, fueron diezmados por la guerra y por las epidemias traídas por los españoles. Se dice además que la falta de adaptación a los cambios fue lo que propició la disolución de la cultura de los grupos cazadores-recolectores.


Fueron diezmados porque no actuaban como iguales, sino como superiores, toda vez que no respetaban la paz ya pactada y no aceptaban las costumbres impuestas por los europeos. Por ejemplo, se disgustaban porque debían ser forzosamente monógamos, cuando ellos practicaban la poligamia.


Ante este tipo de renuencias, muchos fueron deportados a los estados más alejados del norte, de donde ya no regresaron. Otros sólo alcanzaron a separarse por familias. En resumen, la Colonia fue una época en la que debían adaptarse o desaparecer, al menos para las culturas étnicas. De ahí que les fuera muy difícil subsistir, aseguró Arturo Guevara Sánchez.

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